Cuando tuvimos a Nicolás - y con Clara seguimos porque estábamos contentos con la situación lingüística- y empezamos a hablar con él, cada uno en su lengua, nos preguntábamos cuáles serían las primeras palabras que diría, en qué la lengua y también nos preguntábamos sobre cómo reaccionaríamos nosotros ante su decisión.
Ya desde temprano pensábamos que sería “su decisión” hablar una u otra lengua y cuándo. Esto lo mantuvimos, pero hoy me doy cuenta que también teníamos claro que en el cómo sí intervendríamos. Por otro lado, nosotros cambiamos la lengua de la pareja, que era sobre todo el portugués y pasamos a habalr con el otro cada uno en nuestra lengua cuando están delante los niños. Este cambio fue consciente y un poco artificial -para mí- al principio, pero tenía el objetivo claro de exponer a los niños a más input -o por lo menos más tiempo- en español.
Curiosamente, al cambiarnos de ciudad , en el mismo país, hemos pasado a tener más contacto con hispanohablantes y los niños interactúan con otras personas en español, lo que creemos que ha hecho que sean más fluidos en esta lengua, además de reforzar la idea de que una lengua se puede usar en muchos países y que la/s lengua/s que la gente habla no tiene/n que ver exclusivamente con la nacionallidad.
Mi propuesta está basada en mis lecturas de estudios, en la observación que he hecho, de manera más y menos científica de otros casos, en mis conversaciones maritales sobre nuestros hijos y la “política” familiar a seguir, y en nuestras propia experiencia.
- Bilbioteca en el cuarto con estanterías diferenciadas por lenguas
- Música en diferentes lenguas
- Potenciación de la conciecia lingüística
- Usar las dos lenguas en diferentes situaciones: instrucciones –lávate las manos antes de comer, vai escovar os dentes-, juegos –yo soy la ficha verde, jo-kem-po-, lecturas –Mortadelo y Filemón, A chapeuzinho amarelo-, canciones –había una vez un barquito chiquitito, a dona aranha subiu pela parede- con el objetivo de no encasillar ni cercenar las posibilidades y no encasillar las lenguas a “la que se habla en casa”a “la de antes de dormir”.
Este trabajo se nos ha complicado un poco al entrar en francés en la familia, por vía escolar y formal: como nosotros no podemos hablar en francés con nuestros hijos, y para compensar el input sobre todo formal que reciben en esta lengua estamos
- trabajando la parte de recepción oral de input informal con películas y canciones en francés;
- incentivándolos a que juegen con amigos francófonos;
- yendo de viaje a Francia para que nos hagan de intérpretes y de portavoces lingüísticos de la familia.
Estrategias que sabemos que han sido aplicadas por otras familias:
- Hablar los días imapares en una u otra lengua
- Método OPOL ó Principio de Grammont (de 1908, “una persona una lengua”)
- Hablar todos los días en ambas lenguas
- Hablar en casa sólo una de las 2 lenguas
- Repetir en la “lengua débil” lo que los hijos dicen en la “lengua dominante”
Lo importante es que prime la espontaneidad y que ninguna de la lengua se sienta como una imposición. Esto se consigue, cuando de manera natural en casa y para los miembros familiares las lenguas tienen el mismo estatus, es decir, cuando las lenguas y las identidades están legitimadas en el seno de la comunidad familiar.