Uno de los juegos con
los que driblamos esos "tiempos muertos "
de los
desplazamientos (definitiva y unánimemente el poder que nosotras escogeríamos
sería el de teletransportarse) es el de decir verbos que terminen en -ar. Cuando estamos muy craques pasamos a -er y a -ir, que son como para C1 o
incluso C2. Y nos sabemos muchos, muchísimos, podemos ir desde el restaurante donde cenamos con Iván y Carla hasta casa. Un buen trecho. Una buena lista.
Y esta semana (bueno,
o la anterior, que voy con un retraso general curioso) salió el verbo caullar.
Pero no llegaba a él, le daba vueltas, lo traducía, lo aportuñolaba, lo
afrancesaba, pero nada, que no asociaba yo caullar
a nada.
Así que le pregunté y me dijo que caullar era lo mismo que hacían los gatos pero en perro, que era como miaullar pero de perros. ¿Miaullar? claro, mucho mejor que maullar, mucho más lógico.
Ahora, ¿caullar? ¿de dónde? Pues de ella, claro. Clara.
Ahora, ¿caullar? ¿de dónde? Pues de ella, claro. Clara.
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